~
Ella se fue.
Se fue.
Estás sentado en ese banco harto conocido, al lado del caminito que nadie toma, dándole la vuelta al árbol ese de moras, que tanto le desagrada a la gente. A vos también te desagrada, al fin y al cabo, es espantoso, pero sentís que es el único que puede entenderte. Ese árbol te acompañó desde que eras chico, desde que elegiste sentarte a su sombra por primera vez, hasta que te hiciste de ello una costumbre. Ese árbol te había observado escribir, página por página, la historia de tu vida, te había vivido más que a nadie. Ese árbol... era lo único que te quedaba en esta tierra.
Y tus zapatillas, gastadas, las habías limpiado la semana pasada. ¿Para qué? Se iban a volver a ensuciar cuando volvieras a caminar por la plaza, la inmensa plaza dueña del inmenso y horrible árbol, tu único amigo.
Tu remera blanca. Tiene unas manchas color bordó, todavía. No la quisiste lavar, era el último recuerdo que tenías de ella, lo que te hacía vivir como si fuera algo nuevo, todos los días, eso que había pasado ayer.
En ese mismo banco.
Al lado de ese mismo maldito árbol.
Sentís repentinamente furia hacia tu fiel compañero, que fiel solamente fue y seguía siendo porque no se había podido mover. Sino, se habría movida "a la primera de cambio", ¿quién querría haberte acompañado? ¿A vos? ¿Quién querría haberte ofrecido el hombro para llorar cada uno de los días de tu miserable vida?
Ella.
Ella, solamente.
Una, dos lágrimas, caen de tus ojos.
Drip, drop.
Estás cada vez más mojado.
Drip-drop, amor.
El tiempo no tiene compasión.
La lluvia tampoco.
Drip, drop.
Se fue.
Estás sentado en ese banco harto conocido, al lado del caminito que nadie toma, dándole la vuelta al árbol ese de moras, que tanto le desagrada a la gente. A vos también te desagrada, al fin y al cabo, es espantoso, pero sentís que es el único que puede entenderte. Ese árbol te acompañó desde que eras chico, desde que elegiste sentarte a su sombra por primera vez, hasta que te hiciste de ello una costumbre. Ese árbol te había observado escribir, página por página, la historia de tu vida, te había vivido más que a nadie. Ese árbol... era lo único que te quedaba en esta tierra.
Y tus zapatillas, gastadas, las habías limpiado la semana pasada. ¿Para qué? Se iban a volver a ensuciar cuando volvieras a caminar por la plaza, la inmensa plaza dueña del inmenso y horrible árbol, tu único amigo.
Tu remera blanca. Tiene unas manchas color bordó, todavía. No la quisiste lavar, era el último recuerdo que tenías de ella, lo que te hacía vivir como si fuera algo nuevo, todos los días, eso que había pasado ayer.
En ese mismo banco.
Al lado de ese mismo maldito árbol.
Sentís repentinamente furia hacia tu fiel compañero, que fiel solamente fue y seguía siendo porque no se había podido mover. Sino, se habría movida "a la primera de cambio", ¿quién querría haberte acompañado? ¿A vos? ¿Quién querría haberte ofrecido el hombro para llorar cada uno de los días de tu miserable vida?
Ella.
Ella, solamente.
Una, dos lágrimas, caen de tus ojos.
Drip, drop.
Estás cada vez más mojado.
Drip-drop, amor.
El tiempo no tiene compasión.
La lluvia tampoco.
Drip, drop.

No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias :)